EPICOCO LUIGI MARÍA Solo los enfermos se curan

 Todos tenemos un camino de vuelta.
Estos son los caminos que recorremos con la cabeza gacha, el rabo entre las piernas, la expresión amarga de la tristeza en el rostro y la mueca de la derrota.
Los conozco desde que era niño, cuando perdía todos los cromos con mis amigos, o cuando perdía algunas canicas en la emoción de una carrera.
Bajé la cabeza como si me condenara a mirar sólo a mis pies, y apreté los puños en los bolsillos.
Casi siempre he reducido la velocidad y he tomado el camino largo a casa. Quizás también quería darme tiempo para hacer el duelo. Al fin y al cabo, había salido por la mañana confiado en hacer negocio, y ahora volvía derrotado por la aleatoriedad de los números de las pegatinas, que decidían el destino de la alegría o el dolor de todos nosotros; o por una carrera de velocidad que casi siempre terminaba con un gran sudor y sin ganador, pero con mucho perdido mientras tanto.