Fernández Carvajal Francisco, Quédate conmigo,

«Amorosamente preocupado por el futuro de su Iglesia, y ya a las puertas de su pasión y de su muerte, no hacía otra cosa sino encomendar y ordenar las cosas de modo que no faltase nunca ese pan hasta el fin del mundo» (L. DE LA PALMA, La Pasión del Señor, p. 27). Porque Jesús no se limitó en su cena última a consagrar el pan y el vino, sino que dio a sus discípulos potestad para repetir el portento con sus propias manos, con su propia boca, hasta la consumación de los siglos. Haced esto en memoria mía (Lc 22, 19; 1 Co 2, 24). Junto con la Eucaristía, que ha de durar hasta que el Señor venga (1 Co 2, 26), queda instituido el sacerdocio.