Todo parte de la pregunta inicial: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?» (Mc 10,17). Es el encuentro con un Maestro moral con la esperanza propia de un judío piadoso de su tiempo. Nunca se accede a la experiencia moral desde cero, sino dentro de una tradición que actúa como horizonte de sentido. Es un bagaje necesario que permite asimilar todo el contenido de la experiencia despertada en el encuentro. La respuesta de Cristo nos aclara últimamente la trascendencia del encuentro: «¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios» (Mc 10,18).
