Ahora estaba listo para recibir la verdad. Una verdad que tantos millones de almas santas y humildes habían recibido antes que yo. Una verdad que tantos teólogos protestantes son incapaces de admitir. En el siglo XIX, el estudioso luterano Julius Wellhausen dijo que «el culto de los protestantes se encuentra en el fondo del culto católico [...], pero sin el corazón que lo anima». Ese corazón, decía el teólogo católico Karl Adam, es «la experiencia católica sobre el gran Misterio, que muestra que la gracia de Cristo entra en el mundo real y verdaderamente, en el espacio y en el tiempo, y lo transforma».