La vida humana es una lucha constante, por lo que, mientras vivimos en este mundo no podemos descansar, pues la carne lucha contra el espíritu, y el espíritu contra la carne (Gal.5,17), por lo cual hay que estar en lucha constante, huyendo de las ocasiones peligrosas y acogiéndonos a todos los medios que Dios nos ha dado para poder conseguir la victoria y triunfar de nosotros mismos.