SAN AGUSTÍN, Obras completas tomo 37

 Continúa en este libro la refutación de Juliano, contestación a lo que había escrito en su libro segundo sobre Matrimonio y concupiscencia, desde el capítulo cuarto al undécimo. Se esfuerza Agustín en probar lo que en dichos pasajes enseña al comentar el texto de la primera carta de San Juan: Todo lo que hay en el mundo —la concupiscencia de la carne...— no viene del Padre. Es decir, la concupiscencia de la carne es mala, y no puede ser obra del Creador de la naturaleza humana. Es, dice, natural en los animales, pero al hombre se le infligió como castigo. El pudor de los miembros viriles tuvo lugar después del pecado, no antes. Contra Juliano, afirma resuelto que esta concupiscencia no tuvo lugar en Cristo ni en su grado menor y que los niños nacen culpables de un pecado de origen no por decisión de su propio querer, sino por contagio de un pecado.