CAMPOS GILES J. El obispo del sagrario abandonado

 Fue sin duda D. Manuel González García un hombre endiosado, es decir, un hombre imantado hacia Dios.

Si comparamos a Dios con el sol y la creación entera a un sistema planetario, D. Manuel fue un planeta cuya órbita fue no una circunferencia o una elipse, sino una espiral cuyo radio era cada vez más corto, más corto, hasta acabar incidiendo en el mismo sol central, pero esto con tal vehemencia que en los millares y millares de vueltas que la vida humana debe dar en torno a Dios, fin último del hombre, se diría que D. Manuel se precipitaba vertiginosamente hacia el abismo divino e infinito de la luz y del amor.