PELLITERO RAMIRO Eclesiología

 La Iglesia es madre y es hogar. Es madre, como les gustaba considerar a los grandes autores cristianos de los primeros siglos. A ella, señalaba Guardini, y no al cristiano considerado particularmente, pertenecen esos signos eficaces de la
salvación que son los sacramentos. A ella pertenecen las formas y las normas de esa nueva existencia que comienza en la pila bautismal, como comienza la vida en el seno materno. Ella es el principio y la raíz, el suelo y la atmósfera, el alimento y el calor, el todo viviente que va penetrando la persona del cristiano. Es a la Iglesia –seguía explicando– y no al individuo, a quien se le confía la existencia cristiana, que comprende una enseñanza divina, un misterio (¡Cristo!) que se celebra en la liturgia y una vida orgánica y jerárquicamente estructurada. Es a la Iglesia a quien Dios le confiere «la fuerza creadora capaz de transmitir y propagar la fe».