La santa, el santo, se queda completamente asombrado, anonadado, al descubrir, convencido de que no lo merece en absoluto, todo el Amor divino que se vuelca en ella o en él; y no puede menos que responder con todo su ser a ese Amor: no puede sino dejarse ‘seducir’, ‘arrebatar’, ‘emborrachar’, ‘enloquecer’ de amor a Dios.
«Jesús, déjame que te diga, en el exceso de mi gratitud, déjame, sí, que te diga que tu amor llega hasta la locura... ¿Cómo quieres que, ante esa locura, mi corazón no se lance hacia ti? ¿Cómo va a conocer límites mi confianza...?»