Una amplia mayoría de hombres y mujeres de este siglo son hombres y mujeres cansados. Este es el escenario. El punto de partida es, a menudo, el agotamiento. Nuestras conversaciones cotidianas, y aun las de carácter más trascendente y elevado, se ven con demasiada frecuencia atravesadas por el desaliento. Cuando nos cuestionamos cómo estamos, la respuesta encalla una y otra vez en los arrecifes del agotamiento. Es un continuo no poder más. ¿Hartazgo? Obesidad de actividad, exceso de quehaceres.
Por otra parte, el ambiente dominante es la apariencia. Los amigos en las redes sociales se cuentan por cientos o miles, porque propiamente ya no comparten nada esencial: solo una imagen más o menos verdadera. Se pueden tener cien mil (¡un millón!) de amigos; desaparecerán tan pronto como decaiga el éxito profesional o lo musculoso de un bíceps desproporcionado.