Un falso pudor y un cierto desconocimiento de la persona humana son sin duda los causantes de que la afectividad haya pasado inadvertida en la analítica antropológica, cuando en realidad son los afectos los verdaderos nexos que unen a los seres humanos. Pensar en la convivencia entre hombres y mujeres y silenciar la afectividad es una grave omisión que impide comprender su verdadera realidad. Los hombres no sólo se entienden, también se quieren, y tal vez porque se quieren llegan a entenderse.