El caso de este tratado basiliano, escrito en un elegante griego, es peculiar: supone el encuentro definitivo entre la cultura clásica y la cristiana, bases de nuestra cultura europea. Con intención fundamentalmente pedagógica, el autor exhorta a aprovechar debidamente la literatura griega en todo lo que nos conduzca a la virtud. Se trata de coger la rosa sin espinas, ser Odiseo sin dejarse seducir por las Sirenas. Constituye una propedéutica, un ejercicio preparatorio para acceder a las Sagradas Escrituras con garantías de absoluta comprensión y disfrute. Asimismo, también fueron verdaderos ejemplos de conducta ciertas figuras de la Antigüedad, como Pericles, Euclides o, especialmente, Sócrates.
Basilio el Grande sigue a Orígenes en un principio básico: la coherencia en el comportamiento, la adecuación de las palabras y la forma de vida, la firmeza en las convicciones.