BELLOC HILAIRE, Europa y la Fe
La conciencia católica de la historia no se inicia con el desarrollo de la Iglesia en la cuenca del Mediterráneo. Le antecede en mucho. El católico entiende el terreno en el que creció la planta de la fe. En modo al que ningún hombre se atreve, entiende el esfuerzo militar romano; la causa de su choque contra el tosco y mercantil imperio asiático de Cartago; los frutos obtenidos de la luz ateniense; el nutrimento proporcionado por el irlandés y el británico; las tribus galas con sus ideas terribles pese a su confusión sobre la inmortalidad; el parentesco que nos une con el ritual de religiones profundas no obstante su falsedad, y aun de cómo el antiguo Israel (el pueblecito violento, antes de envenenarse, y mientras aun era nacional en las montañas de Judea) fueron, al menos en la antigua revelación, cosas principales, y (como decimos los católicos) sagradas; dedicadas a una Misión peculiar.