La eucaristía de la Iglesia se enraíza en la cena de Jesús. Al reunirse para celebrar el banquete del Señor, los cristianos comparten el pan fraccionado y beben el cáliz del vino, después de que el sacerdote ha repetido en la plegaria de bendición las palabras de Jesús: «Tomad y comed; esto es mi cuerpo». «Bebed todos de él, porque esto es mi sangre» (Mt 26,26-27). «Haced esto en memoria mía» (Lc 22,19).