Pocos hombres eminentes han tenido tantos biógrafos como el ilustre abad de Clairvaux. La larga lista comienza entre sus contemporáneos y discípulos, cuatro de los cuales podemos llamarlos los cuatro evangelistas se encargaron sucesivamente de registrar en beneficio de la posteridad los hechos principales de su maravillosa carrera.
Estaban extraordinariamente bien dotados para el trabajo que habían emprendido, pues todos eran hombres piadosos y prudentes y figuraban entre los primeros eruditos de su época. El primer escritor fue Guillermo, llamado de San Thierry, de la abadía benedictina de este nombre, situada en las inmediaciones de Reims, y de la cual había sido abad muchos años. Pero habiendo adoptado una observancia más austera, era un simple monje del monasterio cisterciense de Signy cuando, hacia el año 1147, empezó su vida de San Bernardo a petición de los religiosos de Clairvaux con la información facilitada por ellos, desde luego, y sin saberlo el santo, que vivía aún.