La respuesta sólo puede ser un triste no. Ciertamente, los cristianos han llevado la luz de la fe a casi todos los rincones de la tierra y, a lo largo de los siglos, han hecho mucho bien a la humanidad. Baste recordar las innumerables instituciones sociales y educativas, el servicio a los pobres, la contribución al reconocimiento de la dignidad de la persona y, sobre todo, la generosidad de tantos hombres y mujeres que han sabido hacer felices a los demás en la vida diaria.
BURGGRAF JUTTA Conocerse y comprenderse
El momento histórico en el que nos encontramos, nos invita a dirigir una mirada hacia atrás: hace dos mil años que Jesucristo caminaba por los senderos de la tierra. En Él, Dios mismo se ha hecho Hombre para liberarnos de todo mal y traernos la Buena Nueva del perdón. Y nosotros, los cristianos, ¿qué hemos hecho con las enseñanzas del Evangelio? ¿Hemos seguido los pasos del Maestro? ¿Hemos dado siempre un testimonio del amor, de la bondad y de la misericordia de Dios a todas las gentes?
La respuesta sólo puede ser un triste no. Ciertamente, los cristianos han llevado la luz de la fe a casi todos los rincones de la tierra y, a lo largo de los siglos, han hecho mucho bien a la humanidad. Baste recordar las innumerables instituciones sociales y educativas, el servicio a los pobres, la contribución al reconocimiento de la dignidad de la persona y, sobre todo, la generosidad de tantos hombres y mujeres que han sabido hacer felices a los demás en la vida diaria.
La respuesta sólo puede ser un triste no. Ciertamente, los cristianos han llevado la luz de la fe a casi todos los rincones de la tierra y, a lo largo de los siglos, han hecho mucho bien a la humanidad. Baste recordar las innumerables instituciones sociales y educativas, el servicio a los pobres, la contribución al reconocimiento de la dignidad de la persona y, sobre todo, la generosidad de tantos hombres y mujeres que han sabido hacer felices a los demás en la vida diaria.