SAN AGUSTÍN Obras completas tomo 16

Agustín dejó Cartago con nostalgia. Buscaba el hilo de Ariadna para salir de su laberinto del corazón y de la inteligencia . Dios tejía y destejía, y su divina Providencia iba insinuando las veredas de aquel regio camino que conducía a la ciudad eterna (Confess. V 8,14-15). Roma fue un sueño y ahora podía ser una realidad. Agustín se hurtó dolosamente a su madre —la madre de las lágrimas— y se dió a la vela. «Sopló el viento, hinchó nuestras velas y desapareció de nuestra vista la playa, en la que mi madre, a la mañana siguiente, enloquecía de dolor, llenando de quejas y gemidos tus oídos, que no los atendían, antes bien me dejabas correr tras mis pasiones para dar fin a mis concupiscencias y castigar en ella con el justo azote del dolor su deseo carnal» .