Quien suscitó ese deseo de vuestra santidad, él mismo lo satisfaga. Aunque no presumimos de que sea cosecha nuestra lo que vamos a decir, sino de Dios, sin embargo, con mayor razón repetimos lo que humildemente decía el Apóstol: Tenemos este tesoro en vasijas de barro para que la excelencia del poder sea de Dios y no nuestra. No dudamos de que recordáis nuestra promesa. La hicimos en presencia de aquel por quien ahora la cumplimos. Pues ya en el momento de hacerla le pedíamos poder cumplirla; y si ahora es realidad, de él lo hemos recibido.