Fue una persona aparentemente vulgar, sin nada que llamase exteriormente la atención. Era pequeña estatura y no muy agraciada. Sin embargo, Dios la colmó de abundantes bendiciones espirituales. Monseñor Toribio Minguella, obispo de Sigüenza, hablando de la Madre, afirma en una Memoria leída en un Congreso católico de Madrid: Mujer de pobre apariencia, de vulgar aspecto, de un exterior que nada notable ofrecía, era de espíritu superior, de temple santamente enérgico y, al mismo tiempo, de carácter dulcísimo, que la hacía dueña de los corazones.