Lo que hace que la vida de Agustín sea compleja y realmente ejemplar es que sostiene un buen combate, no sólo contra sí mismo, sino contra todos los enemigos de la Iglesia y del Imperio. Si fue un doctor y un santo, simbolizó también el tipo de hombre de acción en una de las épocas más desalentadoras. Que haya triunfado de sus pasiones, eso , al fin y al cabo, sólo atañe a Dios y a él mismo. Que haya predicado y escrito, que haya sacudido a las gentes de su somnolencia y removido las conciencias, puede parecer indiferente para, quienes rechazan su doctrina. Pero su alma encendida en caridad enciende todavía a través de los siglos nuestros corazones, y a todos nos impresiona que, sin damos cuenta, continúe formándonos y que, de una forma más o menos remota, sea todavía el dueño de nuestros corazones y, en cierto sentido, de nuestras cimas.