José María, después de una vida de fidelidad a la voluntad de Dios, había muerto tras una larga y dolorosa enfermedad. El mismo día en que le llegó la noticia del fallecimiento de Chiqui, como se le llamaba familiarmente, el Fundador del Opus Dei rezó un responso y celebró la Santa Misa en sufragio por su alma, con la clara convicción de que estaba en la compañía de Dios. Enseguida aconsejó a los que lo rodeaban que se encomendaran a él.