El profesor va consumando su vida académica en la foliación periódica, anual, de sus artículos. Follaje intelectual no sometido a las estaciones, brote irremediable de un tronco arraigado en una universidad y en un tiempo delimitado. Hojas múltiples de artículos, semejantes de forma, variables de tamaño, donde la variedad de colores sean quizá las lenguas en que se publican. Las hojas se desprenden y dispersan por países cercanos o remotos, se cuelan en bibliotecas impensadas, se secan para conservarse. Esas hojas dispersas, que en la dispersión cumplen su destino, ¿hay que reunirías y coserlas y colgárselas otra vez al árbol que las produjo y expulsó? Antonio Machado ironizaba: «Cosía con hilo doble las hojas secas del árbol». ¿No sería mejor dejarlas caídas? Al deshacerse en tierra con la humedad, quizá puedan fertilizar otros árboles, otras foliaciones intermitentes. No sería mal destino el de esa foliación.
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