Los 200 mártires de San Pedro de Cardeña, religiosos benedictinos, que murieron el año 872 ante el asalto despiadado de un ejército musulmán, es uno de tantos otros casos en la historia de la Iglesia. Estos 200 monjes llevaban una vida de estudio, de oración y silencio. Una vida pacífica, promoviendo la paz como principio fundamental de la fe cristiana. A pesar de ello, de estar inertes y sin defenderse, no tuvieron reparos en degollarlos de la manera más cruel. Sin embargo, Dios quiso manifestar que en sus planes, más que perdedores y vencidos, fueron vencedores. Por eso, durante más de 600 años, hizo brillar ininterrumpidamente el día de su muerte el magnífico milagro de que la tierra del claustro, donde estaban sepultados, se tiñera del rojo de su sangre. Además de hacer muchos milagros por su intercesión.
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