Hoy el cristiano vive tiempos difíciles y
sólo puede hablar de Dios a los hombres con una
vida capaz de testimoniar la fe. Para eso es necesa-
rio, más que nunca, repensar los propios orígenes, o
sea, el testimonio de los que fueron testigos oculares
de la vida, muerte y resurrección de Jesús y que nos
transmitieron la fe cristiana.
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