No fue un fraile que pasa su vida en su convento dedicado a la oración y a la penitencia. Su vida fue una vida activa y apostólica. Antes de ser ordenado sacerdote, sus Superiores lo envían a Filipinas, donde termina sus estudios y comienza su apostolado como capellán castrense en la fundación de la nueva ciudad de Puerto Princesa en Palawan. Continuará desarrollando su ministerio pastoral en otras parroquias del archipiélago filipino, dando siempre ejemplo de celo y preocupación por la salvación de las almas.
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