Hay demasiados cristianos somnolientos e indiferentes; hay demasiada gente que vive en superficie y no en profundidad, que se fabrica el ente ficticio de un Cristianismo a medida, a su imagen y semejanza, en lugar de conformarse en toda su propia vida a la luz del rostro de Cristo; todos estamos hoy día un poco tentados de conceder una excesiva importancia a la categoría de cantidad, en perjuicio de la pureza e integridad cristianas, olvidando que el reino de Dios radica y actúa sobre todo en la interioridad del alma que se da toda ella a Cristo.
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