Ángel Peña FÉLIX DE CANTALICIO

Todos lo saludaban por la calle. Iba con su hábito remendado, con la alforja al hombro y el rosario en la mano, con los ojos bajos y el corazón en Dios. Cuando lo saludaban les respondía: Deo gratias (Gracias a Dios). A los niños les hacía repetir con cariño el nombre de Jesús y les enseñaba alguna canción con letras que él inventaba de amor a Dios. Y los niños se le acercaban y él los abrazaba como Jesús y les daba alguna cosita para alegrarlos.

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