Las veinticuatro horas que continúan hoy nuestro andar después de las veinticuatro horas de ayer, tienen otro aroma, desentrañan otros misterios, desvelan otros tesoros escondidos dentro de nosotros mismos, en las personas, en las cosas, en los acontecimientos que nos rodean.
También son distintas entre sí cada hora de una jornada con la que le precede o con la que le continuará. Cada una tiene su ritmo, su palpitar.
Y nosotros no somos el resultado de la suma de las jornadas y de las horas. Y no somos tampoco lo que pensamos, sino lo que vivimos.
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