Lo que el universo mediterráneo
había conocido más de mil años antes de nuestra Era, cuando los invasores
arios, griegos y latinos, habían asaltado los viejos imperios, volvió a
reproducirse a partir de fines del siglo IV. Uno de los episodios que mayor
trascendencia tuvo y que más conmoción causó en el seno del Imperio fue el saqueo
de Roma por las tropas de Alarico en el año 410. Acontecimiento terrible, que
depositó un dejo de tristeza aun en los espíritus más firmes, aunque no fue
totalmente inesperado. El propio San Agustín se sintió profundamente conmovido.