La vida de un misionero devorado por la sed de la salvación de las almas. Para realizar su misión, el Señor le concedió muchos dones sobrenaturales, entre ellos el de la curación de enfermos y el del conocimiento sobrenatural. Tenía frecuentes éxtasis y, a veces, lo veían rodeado de resplandores. Muchas veces habla en su Autobiografía que Jesús y la Virgen María se le aparecían. Recibió la gracia inmensa de la conservación milagrosa de las especies sacramentales dentro de sí, es decir, de poder ser un sagrario viviente y de poder llevar siempre consigo a Jesús sacramentado.
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