Dios la llamó para cumplir la misión de hacer volver al Papa, que residía en Aviñón desde hacía unos 70 años, a la ciudad de Roma, a su sede episcopal. Fue su gran victoria. También consiguió la paz con algunas ciudades como enviada del Papa, especialmente con Florencia. Además se preocupó por animar al Papa a emprender una gran tarea reformadora de las costumbres a nivel de la gente y del clero. Por el bien de la Iglesia ella ofreció a Dios su vida.
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