Los problemas morales son una realidad. Inútilmente se ha intentado -no sólo en los tiempos actuales, sino en muchas otras épocas- explicar los comportamientos humanos por razones exclusivamente económicas, políticas, sociales. El hombre siempre se ha preocupado -y se sigue preocupando- por las grandes cuestiones del bien y el mal. Quizá la moral no interese mucho cuando todo funciona aparentemente bien, pero apenas surge la violación de un derecho aparece también ese «no hay derecho» que es la primera y más importante declaración de la existencia de la ética.
El conflicto entre lo que se desearía hacer y lo que se sabe que no se debe hacer es constante. Todos nos convertimos de forma espontánea en jueces apenas advertimos una actuación que nos afecta y en la que vemos una desviación respecto a lo que debería ser. Hay juicios éticos en la conversación común, en los medios de información, en los debates políticos. Aunque la frase esté gastada, consideraremos de más valor a una buena persona que a una mala persona. Nos fiamos del primero y desconfiamos naturalmente del segundo.
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