En aras de la sinceridad, y para evitar —o quizá anticipar— la decepción del lector, es necesario aclarar que estos textos no se presentan como una entrevista en sentido estricto: no hemos acudido, no podríamos hacerlo, al formato pregunta-respuesta. Haberlo hecho así habría implicado tomar la voz de Cristo y responder por Él, lo cual no habría sido solo pretencioso, sino también equivocado. Porque las preguntas aquí recogidas ya fueron respondidas por Jesús en el Evangelio, y cualquier intento de re-escritura no haría más que empobrecer lo ya dicho por el Verbo. Como diría Romano Guardini, Cristo se defiende solo: lo máximo que podemos hacer nosotros es esforzarnos por mostrar el caudal de vida que late en su misterio.
