El 19 de enero de 2004 Joseph Ratzinger reconocía —en su célebre coloquio con Jürgen Habermas— que si la religión se desliga de su responsabilidad ante la razón surgen patologías muy peligrosas: el reciente ejemplo del 11 de septiembre de 2001 así lo demostraba. Después recordaría que la fe en Dios se puede instrumentalizar y volverse mortífera: el concepto de divinidad se puede parcializar hasta convertir en absolutos los propios intereses, con lo cual la religión podría quedar condenada a la irracionalidad.