CELAYA INAKI Recuerdos de san Josemaría

En los veintiún años largos que viví cerca de monseñor Escrivá de Balaguer, he sido testigo de su entrega y sus virtudes. Muy en particular, durante mis años de estancia en el Colegio Romano de la Santa Cruz —desde 1954 hasta la fecha del fallecimiento de san Josemaría— he sido testigo de sus desvelos hacia este centro de formación internacional. Veía su proyección en el tiempo, lo que supondría para toda la Obra el que saliera cada año un grupo de todos los países —muchos de ellos sacerdotes—, bien preparados espiritual y científicamente. Quería que su estancia en Roma fuera una etapa de formación ascética e intelectual y una ocasión para romanizarse más: con un gran amor a la Iglesia y al Papa, con corazón católico, universal.