Como refleja la cita, José María Escrivá no contaba con mujeres en el Opus Dei. Debió resultarle inesperado comprender la necesidad de su presencia para que el mensaje de santidad universal, que ya había empezado a difundir, llegara a todos los rincones de la sociedad. A juzgar por los planes que empezó a desarrollar para ellas, a partir de 1930, no parece que la negativa inicial se debiera a las dudas sobre la capacidad de las mujeres para encarnar ese espíritu.