HAVARD ALEXANDRE La dieta interior

 Una noche fuimos en coche Thamaz y yo al cementerio a visitar la tumba de la tía Elena. El era quien estaba al volante de aquel Zhiguli soviético, y según íbamos acercándonos al cementerio, más se emocionaba. Era de noche, había estado lloviendo y además la carretera era mala, una de esas carreteras estrechas y resbaladizas de montaña. De repente, Thamaz se giró hacia mí y me preguntó: «¿Tienes miedo?». Yo, avergonzado de decir lo contrario, respondí: «¡No!», pero en cuanto pisó el acelerador me quedé de piedra.