DIDIMO EL CIEGO, Tratado sobre el Espíritu Santo

 Dídimo el Ciego, de Alejandría nació alrededor del año 310 ó 313; murió cerca del 395 ó 398 a la edad de ochenta y cinco años. Perdió la visión cuando tenía cuatro años de edad, aun así se convirtió en uno de los hombres más eruditos de su tiempo. Oraba insistentemente en su juventud, nos dice Rufino, no por la vista de sus ojos corporales, sino por la iluminación del corazón. Le admitió a San Antonio que la pérdida de su vista fue una pena para él; el santo replicó que no se explicaba cómo un hombre sabio podía lamentarse por la pérdida de lo que tiene en común con las hormigas, moscas y mosquitos, en vez de regocijarse por poseer una visión espiritual como la de los santos y apóstoles. San Jerónimo ciertamente a menudo hablaba de él no como “el ciego” sino como “el vidente”. Dídimo estudiaba con afán, y sus vigilias eran largas y frecuentes, no leyendo sino oyendo, pues el obtenía por el oído los que otros obtenían por la vista. Cuando el lector se quedaba dormido del cansancio, Dídimo no descansaba, como si rumiara la meditación (dice Rufino) de lo que había oído, hasta que parecía haberlo inscrito en las páginas de su mente. Así, en corto tiempo amasó un vasto conocimiento de gramática, retórica, lógica, música, aritmética y geometría y una perfecta familiaridad con la Sagrada Escritura.