Dice el autor: "Tengo que confesar que alguna vez llegué a desconfiar de la juventud. Ahora estoy arrepentido. Cuandolos jóvenes, ellos-ellas, comienzan a saborear el evangelio, y lo único que nos piden es que sepamos y queramos hacérselo descubrir, no hay nada que se les ponga por delante. Lo dan todo, son capaces de todo.
Es que tienen una enorme vitalidad y, donde hay vida, hay combustible para carburar."