La agenda es una cosa buena. A las personas «importantes»: ejecutivos, directivos, empresarios... no les queda más remedio que hacerse a ella: tienen tantas cosas que hacer que han de llevar un control más estricto para llegar a todo y con eficacia.
Quizá por eso hay quienes piensan que es de gente demasiado ordenada o sumamente concienzuda.
Gente que se preocuparía de tener allí muy bien colocadas sus cosas como si se tratara de un armario o un escritorio, tan pulcro que casi da apuro mirarlo. Todo en su lugar, con sus cajones o sus estanterías minuciosas.