El amor de Dios por sus hijos e hijas es muy grande. De Él hemos recibido innumerables regalos: el don de la existencia, la posibilidad de participar de la vida divina, la gracia y los sacramentos, su compañía permanente en el alma, la suerte de convivir con personas de buen corazón, el mundo en que vivimos y que hemos de cuidar, la capacidad de rezar, el poder dar un sentido al dolor y a las dificultades, y tantas cosas más. ¡Dios nos ama infinitamente! Y aunque nos equivoquemos, e incluso lo rechacemos, no deja nunca de querernos.