SAN AGUSTÍN, Obras completas tomo 31

 A juzgar por sus Confesiones, el nombre de Fausto llegó a los oídos de Agustín al poco tiempo de entrar en la secta. Incapaces de dar respuesta a las serias cuestiones que el joven planteaba, los dirigentes africanos le daban largas, remitiéndole a la llegada de Fausto. Así, durante casi nueve años, Agustín le esperó con vivo deseo. La propaganda se lo había presentado como un hombre muy docto en toda clase de ciencias y, sobre todo, instruido en las artes liberales. Un simple diálogo con él bastaría —le decían— para que, con la máxima facilidad, esclareciese cuanto hubiese de oscuro. Quizá sea esta la única explicación de que el joven esperase tanto tiempo. De él aguardaba la solución a las dudas que le surgieron tras la lectura de los libros filosóficos y científicos.