SAN AGUSTÍN Obras completas tomo 19


 Desde el principio de su conversión vemos al Santo, en la quinta de Casiciaco, enfrascado en la lectura y meditación de los Salmos, pues aunque insinuó a San Ambrosio que le indicase lo que en aquel retiro debía leer de la santa Escritura para prepararse y disponerse a recibir el bautismo, no habiendo entendido la lectura del profeta Isaías que le ordenó, la dejó para cuando estuviese más ejercitado y adaptado al lenguaje divino, según nos dice él en sus Confesiones. Por el contrario, la lectura y meditación de los Salmos arrebataba su espíritu, de tal modo que hubiera querido que con él los recitase el mundo entero para que se encendiese en amor hacia Dios, pues advertía en su espíritu la luz que desprendían los misterios divinos, los afectos de esperanza y de gozo, de temor y de horror, de misericordia, de humildad y grandeza que infundían en su corazón, siendo un abundante alimento para reparar la debilidad y flaqueza del corazón humano.