SAN AGUSTÍN Obras completas tomo 09

 Cuando el drama de la conversión de San Agustín caminaba a su feliz desenlace, intervino un venerable monje, resplandeciente con la gracia de Dios: Simpliciano. Su retrato ha recibido una insigne aureola de nombradla en el libro de las Confesiones: “Y sugeristeis a mi espíritu, y a mí mismo me pareció razonable, la idea de acudir a Simpliciano, que se me demostraba buen siervo vuestro y en él resplandecía la gracia de Dios. Demás de esto, había oído de él que desde su juventud vivía devotísimamente para vos. Ya en aquella sazón era viejo y parecíame que por la larga edad, consumida en afán tan bueno de seguir vuestros caminos, había atesorado mucha experiencia y acarreado mucha doctrina, y así era en hecho de verdad. Por eso quería yo, en conferencia con él sobre la amarga marea de mis perplejidades, que, atendida la disposición actual de mi espíritu, me declarase cuál era la manera mejor de caminar por vuestro camino.