PEÑA ÁNGEL, Los santos y las almas del Purgatorio

Después de la muerte, el alma experimenta el amor de Dios con tal intensidad que siente la imperiosa necesidad de amarlo con todas sus fuerzas, pero no puede, porque está enferma por las secuelas de sus pecados y necesita purificarse.  Así también el alma quiere amar a Dios con toda su capacidad y sufre, porque no puede amarlo en plenitud. Sin embargo, lo grande de todo este misterio es que la misericordia de Dios permite que los vivos puedan suplir por los difuntos y así puedan sanarse más rápidamente. Como si les obtuviéramos la medicina adecuada que, en un instante o en poco tiempo, los curara y los purificara totalmente.