PEÑA ÁNGEL, San Francisco de Paula

Con ayuda de la gente del pueblo, construía sus propios conventos y, en su construcción, sucedían muchos milagros para solucionar los problemas que se presentaban. Pareciera que Dios no le podía negar nada, porque él tampoco le negaba nada a Dios. Llevaba una vida totalmente entregada a su servicio. Oraba sin cesar, ayunaba días enteros. Su austeridad y humildad eran conocidas por todos. Y todos acudían a él como a un padre amable, que siempre los atendía y recibía con amor. Hasta los mismos animales se sentían bien a su lado y él los amaba de verdad.