En la primera página Papini dice que tenía una tía buena y avispada que para hablar de su hijo decía ¡escribe más que San Agustín! De ahí su primera vez, reencontrándolo años después en un cuadro mientras vagaba completamente solo por la galería de los Oficios atraído por un cuadrito de Sandro Boticelli: escena de un viejo con barba blanca en que un rapaz le está confesando querer vaciar el mar. Lee de quién se trata: San Agustín. Y un día le tocó encerrarse en una escuela que estaba en la calle San Agustín. Uno ve después las señales de lo que parece predestinado. Luego lo lee como erudito que es y dice que sólo él y Pascal son los únicos cristianos que leyó con admiración. Y escribe un San Agustín no como teólogo que no es, sino desde su arte de escritor.