La doctrina del cuerpo místico es objeto de contemplación y es medio de vivificación. «Es de tal índole— recuerda Pío XII en la encíclica Mystici Corporis— , que por su excelencia y dignidad invita a su contemplación a todos y cada uno de los hombres movidos por el Espíritu divino, e ilustrando sus mentes mueve en sumo grado a la ejecución de aquellas obras saludables que están en armonía con sus enseñanzas». El dogma de la capitalidad de Cristo y de nuestra incorporación a El no sólo es materia de conocimiento y estudio. Es además, materia de perfeccionamiento y de vida. Su contenido no es para nosotros solamente una verdad; es también una realidad. Subrayamos que es una realidad para nosotros; realidad divina que nos eleva, nos sobrenaturaliza, nos diviniza.