DE WOHL LOUIS La luz apacible

Dice el Padre Walter Farrell, dominico, en su excelente Guía de la Suma Teológica[*], que «no cuesta mucho admirar a santo Tomás de Aquino cuando se le contempla representado en el esplendor de una vidriera catedralicia», pero que, si se presentara de pronto en un club o en una tertulia de intelectuales de nuestro tiempo, «el recibimiento no sería muy caluroso; se le toleraría como algo curioso o divertido, pero nadie intimaría con él». Y no por culpa suya, desde luego, sino porque nos hemos forjado una idea equivocada de este gran santo de la Edad Media. Para los que saben algo de su vida, Tomás de Aquino fue «un pensador abstracto, de lógica implacable y fría, que extraía conclusiones de ciertos principios con la precisión e insensibilidad de una computadora.