SASTRE ANA, Tiempo de caminar

Es el 9 de enero de 1902. Tal cronología suele augurar nieve y cierzo pirenaico sobre el Alto Aragón. Las tierras del Somontano fraguan su conspiración de hielo y fecundidad durante los largos meses de invierno. Los hombres del labrantío conocen bien esta inclemencia cuando otean el crecimiento de sus viñas, la añosa persistencia del olivo, la realidad inveterada, frente a todo evento, de sus cereales de secano. Saben que, en esta silenciosa expectación del campo, se oculta la promesa de los almendros que pueblan las laderas, de la hierba que está anidando bajo tierra, de las frutas que cubrirán el valle de riqueza cuando caliente el sol de abril.

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